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«LOS TEOCALTICHENSES NUNCA CUENTAN A SUS ENEMIGOS»

 El Aniversario de la Heroica Defensa de Teocaltiche frente a la Invasión Francesa el 29 de enero de 1864.

Por J. Cruz Mora Jáuregui. Cronista de la Ciudad de Teocaltiche. 22 de diciembre de 2013.

Tomada Guadalajara por el general Francisco Aquiles Bazaine desprendió una columna fuerte de 2000 hombres, que limpiando el terreno, la columna siguió el camino de México hasta San Juan de los Lagos, de donde se desprendió para seguir hacia Teocaltiche, ÚNICA Plaza en el norte de Jalisco que ofrecía resistencia; con miras de proseguir hacia Aguascalientes y su objetivo que era la ciudad de Zacatecas.

En Julio de 1863 don Felipe C. Jáuregui fue nombrado primera autoridad y comandante militar de la ciudad de Teocaltiche, autorizado por el general Ghilardi para recibir los voluntarios que se le presentaran, poniéndose al frente de ellos para combatir a los invasores. Desde esa fecha se comenzó a equipar una pequeña fuerza de trescientos hombres, todos teocaltichenses.

Oportunamente el servicio de inteligencia de los teocaltichenses los puso sobre aviso del avance del enemigo, encontrándose la ciudad en guardia, con sus hombres arma al brazo, vestida municionada, armada y socorrida por el ciudadano Prisciliano Villalobos, a quien por esto le confiscaron los franceses más de veinte mil pesos como castigo por la protección a las fuerzas republicanas.

La ciudad estaba llena de sobresalto; bien se sabía que la defensa era un suicidio; que la victoria era imposible, puesto que si nuestro Ejército no había podido contener el avance del enemigo, menos podría lograrse con elementos tan exiguos y soldados improvisados de este reducido contingente; pero flotaba metido firmemente en el alma de aquellos valientes el Canto Sagrado de la Patria que los llamaba al sacrificio; ¡¡¡Y ellos respondieron como los hijos de Esparta!!!

El día 29 de enero de 1864 atacaron los invasores aquella plaza, eran 1200 franceses y 800 mexicanos a los cuales dirigía como Coronel Juan Zermeño de Lagos y dos de sus hijos; un ranchero de Calera, jurisdicción de Teocaltiche: Fernando González Moya, como Comandante; todos bajo las órdenes del general Douay.

“¿Cuáles perspectivas de triunfo?”, le decía el Coronel Mejía al Coronel Jáuregui.
Mejía llegó en comisión para poner de acuerdo los intereses nacionales.

“Será temeraria la resistencia, un enemigo cinco veces superior en número” dice el Coronel Mejía, pero responde con entereza el Coronel Jáuregui “los soldados de Teocaltiche no cuentan jamás a sus enemigos”. “Dentro de pocos días moriremos todos en nuestro puesto, o triunfaremos”

Fueron muchos los fortines, pero los principales por su situación y ubicación, eran el Santuario de Jesús Nazareno, cuya posición además tenía el magnífico sostén de las azoteas de “la Chispa”, amplia finca comercial de dos pisos. Estas posiciones estaban bajo el mando del señor Pánfilo Morán y de J. Félix Cruz.Les seguía en importancia el Templo de San José y edificio adjunto de dos pisos que había sido convento de los Padres Oblatos.

El tercero, la casa de dos pisos situada en la esquina de las hoy calles Hidalgo y Lerdo. Esta posición estuvo defendida por el señor Isidro López.

Hubo otras posiciones de menor importancia que servían de sostenes a la defensa del recinto fortificado.
El ataque comenzó a las tres de la tarde y terminó después de las seis que sucumbieron los fortines; siguiendo algunos la lucha por las calles y azoteas de las casas, el último que siguió resistiendo después de la rendición de la plaza fue Felipe Alvarado que escapó por una ventana de la cúpula del Templo de San José hacia dentro de éste, donde fue hecho prisionero a altas horas de la noche.

En la resistencia murieron algunos invasores y a los defensores, los imperialistas les hicieron cuarenta muertos y muchos heridos y prisioneros. Según datos de personas fidedignas, quedaron en el campo quince o veinte franceses y más de treinta heridos. Esto se sabe por los prisioneros, pues ellos mismos los llevaron en camillas y en hombros hasta Aguascalientes mientras miraban el incendio de su pobre y remota Troya.
Para el día treinta a las diez de la mañana, destacaron más de treinta patrullas con objeto de aprehender a los vecinos y soldados que pudieran, y reunieron cerca de doscientos de los cuales unos consignaron a prisión perpetua a Ulúa, a otros a Yucatán, a Mérida o a Alvarado y otros a obras públicas por determinado tiempo, siendo algunos de estos soldados y oficiales.

Con el pretexto de recoger a los soldados dispersos fue robada la población por las patrullas que hacían el cateo, y este mismo día recogieron los efectos del comercio y casa del ciudadano Prisciliano Villalobos, llevándoselos para Aguascalientes, donde se hizo su realización, aprovechándose de esta venta algunos comerciantes de aquella plaza.

Entre los prisioneros que fueron llevados hasta La Martinica se ha podido obtener los nombres de los señores: Pánfilo Morán, Francisco Lugo y Felipe Avendaño, habiéndose podido evadir muchos de ellos cuando ya los llevaban en camino.

El día treinta y uno, fusilaron al Coronel don Luis Felipe Jáuregui, al Comandante don Gil Mendoza y al Subteniente don Cruz Ramírez. Estos fueron acusados de ladrones por Fernando González Moya, siendo el General Douay quien los manda fusilar.

Antes de salir la columna invasora, el General Douay designó como autoridad política a don Juan González, dueño de la Hacienda de Las Juntas, dejando convenientemente guarnecida la plaza.

El General Douay al frente de su columna, salió rumbo a Aguascalientes, cuya ciudad ocupó a las cuatro de la tarde del día 7 de febrero inmediato, avanzando después hacia Zacatecas; “mientras González Ortega se había retirado a Fresnillo”.

Efectivamente, es necesario aquilatar en toda su grandeza la acción de aquellos más de cuatrocientos hombres patriotas que pelearon codo a codo sin distinción de clases ni categorías sociales o económicas: ¡Todo por la Patria!, a pesar de que se conocía que los invasores no solo eran cinco veces superior en número, elementos de guerra modernos para su época y soldados bien pertrechados, disciplinados y fogueados en grandes batallas; y nuestros héroes defensores, soldados ocasionales, sin entrenamiento en el arte de la guerra y con el deficiente armamento que habían podido proporcionarse; sin embargo pelearon con denuedo y valor; escribiendo con su sangre una epopeya gloriosa, que NO HA SIDO DEBIDAMENTE JUSTIPRECIADA por los postreros.

Fuentes Bibliográficas
Manuel J. Aguirre “Ensayo Histórico de Teocaltiche”
Jesús Fructuoso López “El asalto a Teocaltiche y Nochistlán”
Victoriano Salado Álvarez “Memorias tiempo viejo”

By admin

Diseñados Gráfico, Maestro en administración pública. Asesor en comunicación estratégica. Aficionado a la historia y a la astrofísica.

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