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El enorme edificio que se localiza al lado norte de la plaza, no hay forma de saber su antigüedad, ni tampoco quién fue la persona que lo mandó construir; sin embargo, sí sabemos algunas otras cosas.

Don Nicolás De Anda Sánchez en su libro “Teocaltiche, la importancia de sus hijos” , Tomo II, página 21; lo data del siglo XVII. Otros especialistas en la materia lo datan del siglo XVIII.

De su uso no podemos decir mucho, pues Teocaltiche no tiene archivo histórico; sabemos que sus dueños de finales del siglo XIX a la fecha han sido: Don Longinos González, industrial y comerciante; José González Pimentel, hijo de Don Longinos; a la muerte de éste lo heredó su viuda; ella lo heredó a Don Miguel De Alba; luego lo compró José Márquez Flores, que era de Lagos y él lo vendió a Pablo Anda Ramírez. (Estos datos fueron proporcionados por don Jorge Cevallos, QEPD.)

A la muerte de don Pablo A. Ramírez, ocurrida el día 16 de marzo de 1955, dispuso en su testamento que el enorme edificio que le sirviera de última morada a él y a su esposa, a la muerte de ésta pasara a ser parte del Patronato del Hospital Alva y Mazuca, hospital que daba excelente servicio gratuito a la población, gracias a las rentas de fincas y tierras que tenía a su cargo.

Este edificio conocido hoy como edificio de Correos tuvo los siguientes usos conocidos: a principios del siglo XX se encontraban las Fábricas de Francia, en este edificio se vendía ropa, telas y otros artículos a lo grande, vendía lo mismo al menudeo que al mayoreo, ocupaba todo el frente que da a la plaza. En la planta baja se podía encontrar ropa y utensilios para el hogar, en la planta alta se encontraban los artículos de lujo como eran muebles, candiles, joyería etc. Este negocio desapareció como tantos otros en tiempos de la revolución. Fue el “revolucionario” y bandido Elías Esqueda y sus secuaces los que sustrajeron gran parte de las mercancías de esta tienda, dejando a muchas personas sin empleo y a los dueños sin negocio. Los propietarios de esta tienda fueron Don Esteban Berard Robert y Don Ángel Chardola, ambos de origen francés. (NDA “Teocaltiche la importancias de sus hijos”, Tomo II, página 114).

Otro dato interesante es que en este edificio, en los años 30 del siglo pasado, se utilizó por primera vez un motor de vapor que movía mecánicamente un torno, es decir que, en este edificio funcionó por primera vez un taller de torno, de esos que luego proliferaron por toda la ciudad.

La cantina que está en ese edificio ya para los años 40 estaba funcionando en ese mismo lugar; en la esquina de la plaza y Madero había una botica, luego por mucho tiempo fue la terminal de los camiones de pasajeros, luego se instalaron las oficinas del correo que hasta la fecha siguen es ese mismo lugar. Hay que decir que en la parte norte del edificio durante mucho tiempo fueron las oficinas de Correos y morada de Don Alejandro Organista Romo, que fue el administrador de Correos en esa época.

Durante algún tiempo también funcionó como vecindad, por la puerta de la calle Carranza era la entrada; vivieron varias familias en los cuartos de ambas plantas hasta la década de los años 60.

El Charro Negro

Una leyenda relatada por Samuel Contreras Sánchez menciona que, desde hace casi dos siglos ya se decía que en esa vecindad asustaban, que en cuanto oscurecía empezaban a suceder cosas extrañas. Se presentaba un hombre misterioso con unos ojos espantosos, que vestía un traje de charro negro y un ancho sombrero. Este charro negro se hacía presente asustando a los habitantes de la vecindad y también a los que se encontraba a sus alrededores.

Una de las anécdotas que Samuel narra en su leyenda es que, una noche, Don Albino cuando trataba de subir las escaleras de la vecindad sintió que alguien lo jalaba del brazo y trataba de llevarlo hacía la carbonera; en ese momento gritó ¡Auxilio! ¡El Charro Negro quiere llevarme! En ese momento salieron vecinos en ayuda de Don Albino. Los vecinos notaron que alguna fuerza sobrenatural lo jalaba con rumbo a la carbonera, la familia intentó jalarlo hacía el lado contrario pero la fuerza sobrenatural era más que la de ellos cuando de repente el Charro negro por fin lo soltó y todos cayeron al piso, en ese instante el fantasma soltó una carcajada como si estuviera satisfecho por el pánico que ocasionó.

Al fallecer Don Pablo A. Ramírez y salir a la luz pública que había donado el edificio a la beneficencia, el Ayuntamiento en pleno acordó ponerle a una calle su nombre, en agradecimiento a su noble acto. Ahora, la pregunta es si actualmente se le da el uso para el que fue donado…

Compilación: Cruz Mora


By admin

Diseñados Gráfico, Maestro en administración pública. Asesor en comunicación estratégica. Aficionado a la historia y a la astrofísica.

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