Su pasado; por qué existir.
Su presente; cómo existió.
Su futuro; cómo existe.
Teocaltiche, al igual que un sarape, la historia va hilando su identidad. Una de sus principales características es la cultura edificada. Su ápice; el Hospital de Indios de la Inmaculada Concepción de San Pedro de Teocaltiche.
Su pasado
1187; fecha aproximada del asentamiento Caxcán, que se estableció en lo que hoy conocemos como “Cerro de los Antiguos”.
1530; encuentro de dos culturas: “encabezados por Cristóbal de Oñate, los españoles entran en Teocaltiche”.
1532; se funda Teocaltiche, por orden de Nuño Beltrán de Guzmán.
1532; el obispo Sebastián Ramírez del Funleal, fray Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, franciscanos y dominicos, celebran dos reuniones donde discuten y acuerdan la forma
de pagar tributo, la organización y conversión de los indios, y
los principios e implementación de los hospitales comunitarios.
1542; termina la guerra del Mixtón. Empiezan los esfuerzos por catequizar a los indios.
1542–1545; fray Miguel de Bolonia realiza la construcción del Hospital de Indios de la Inmaculada Concepción de San Pedro de Teocaltiche.
Su presente
La función principal era catequizar y atender a los indios. Se tenía la idea que cuando se curaba a un enfermo del cuerpo, también se tenía que curar el alma; es por eso la dualidad Templo – Hospital.
Construido, se convirtió rápidamente en el símbolo de la cultura incipiente; la unión indio – español.
De arquitectura austera en diseño, con detalles estilo mudéjar, su configuración estaba compuesta por un hospital para indios con su capilla, dejando entre ellos un gran atrio, donde se impartía doctrina, celebraban eventos de culto y le daban uso de campo santo.
Enfrente se construyó un templo de visita para uso exclusivo de los españoles. En la capilla se veneraba a San Pedro, que posteriormente se convertiría en la parroquia.
Pocos años después el Hospital pasó a manos del clero secular. Dejando a cargo un cura como responsable de su administración. Su mantenimiento dependía de las limosnas y donaciones, las cuales por epidemias, enfermedades y conflictos entre los pobladores, eran insuficientes. Pero que poco a poco fue logrando su objetivo. Gracias a la migración y expansión de los españoles en la región, debido a los importantes descubrimientos de vetas mineras, el comercio y la ganadería, se empezó a impulsar el desarrollo del municipio.
En el siglo XVII, el Hospital de Indios vivió su mayor esplendor, siendo símbolo de integración social y generador del núcleo urbano de la comunidad.
Poco a poco entró en decadencia por el cambio natural de la sociedad. La principal causa fue la creación de nuevos hospitales en puntos estratégicos del municipio; Huejotitlán, Tecaltitlán y Mechoacanejo. Además de la formación de nuevas cofradías en la comunidad, donde las exigencias eran otras.
De esta manera se incrementó la falta de servicios y el abandono parcial del Hospital.
Para 1818, la región se vió afectada por una serie de temblores que dañaron el edificio, repercutiendo más en la cubierta de la capilla. Y finalmente, en el año de 1833, conocido como “del cólera grande”, el Hospital dejó de funcionar.
Su futuro
Casi cien años en total abandono, sirviendo sus ruinas para comercializar animales, ¿qué futuro le esperaba?
A mediados del siglo XX, en lo primero que pensaron las autoridades fue en derribarlo en su totalidad y construir un nuevo edificio. Silvano Torres Jiménez, le tenía un futuro distinto. Sabedor de que el edificio estaba en terrenos de la comunidad indígena, él como su representante, interviene contra su demolición. Propone que se respete el edificio y que se ceda el espacio para actividades culturales en el municipio.
Su gestión logró llamar la atención del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que emprendió la restauración del edificio en los años 1967–1969, declarándolo monumento nacional y destinándole el uso para biblioteca pública y casa de la cultura municipal, como funge el espacio hasta hoy día.
Verlo cuatrocientos sesenta y nueve años después, simboliza la lengua que hablamos, la religión que profesamos, el desarrollo cultural y la historia de un lugar cerca del templo.
José Raúl Aguirre Pulido –Fósyl-
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