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El padre sin cabeza

Templo de San José Teocaltiche

La Leyenda más contada de Teocaltiche

Una mañana del siglo XVIII fresca y tranquila, se escuchaban las campanas del templo de San José llamando a la misa de las seis de la mañana, llamada que escucharon y obedecieron los feligreses que tiene por costumbre hacerlo antes de ir a realizar su labor diaria.


Hombres y mujeres ingresaban a la iglesia separándose al entrar: hombres a las bancas de la izquierda y mujeres a las de la derecha, según se acostumbraban en ese tiempo, en tanto que salía el sacerdote para oficiar la misa.

La misa se inició como de costumbre, tranquila, en orden y todos; hombres y mujeres atendían los rezos y el sermón que el clérigo con gran devoción daba a los presentes animando a la población para trabajar y seguir las enseñanzas que Cristo dejó en su corta vida.

Cuando llegó el momento de la consagración y de frente al altar (en aquellos años la misa y la consagración se hacía de frente al altar y dando por consecuencia la espalda a los presentes) levantando la hostia y el cáliz, y al mismo tiempo, quien sabe de dónde, entró un pequeño grupo de indígenas armados con machetes y lanzas que caminaban con mirada fría dirigiéndose al altar, lugar donde estaba el sacerdote que al escuchar el barullo que originaban al entrar con sus gritos, quiso voltear para ver que motivaba ese desorden, pero no alcanzó a hacerlo, porque uno de los hombres que parecía el cabecilla del grupo levantó su mano en la que traía un filoso machete en contra del padre cortándole la cabeza de un sólo golpe; primero cayó su cabeza rodando frente al altar, el cuerpo decapitado aún erguido sostenía la hostia y la copa, más a los pocos segundos fue cayendo como tratando de unirse a su cabeza.

Después de su brutal fechoría, los cobardes asesinos se internaron en la sierra del Cañón de Juchipila y poco se supo de ellos. Se creyó que la razón de este hecho cobarde fue el vengar algunos actos de abuso en contra de indígenas; otros dijeron que posiblemente no creían en la Fe católica y que como los españoles los habían despojado de sus tierras, esa fue una manera de vengar lo que se les estaba haciendo.
Pasaron los años y el suceso que convivió a toda la población de Teocaltiche no se olvidaba completamente, y menos en esos días que se invitaba a todos para que asistieran a la celebración de una misa en recuerdo y descanso del alma del sacerdote cruelmente asesinado.

La misa se realizó y fue muy concurrida, pero se cuenta que a partir de ese día comenzaron a suceder cosas extrañas en el templo de “San José”; sonidos raros, voces tenebrosas, cosas que se movían y un viento frío, entre otras cosas, pero lo más misterioso era lo que muchas personas aseguraron haber vivido: al filo de la media noche y estando todo oscuro se veía a un sacerdote que invitaba a entrar al templo de San José a quienes pasaban por ahí y que por lo general siempre eran borrachines de la noche, señalando que se les hacía raro que el templo estuviese abierto y con sus velas encendidas.

Una noche de tantas, al pasar dos hombres, vieron que el templo estaba abierto y en la puerta un sacerdote, que al aproximársele los invitó a entrar para que escucharan su misa, se les hizo un poco raro por la hora, pero se trataba de un padre que no pensaron más en ello y entraron al templo alumbrado solo con la suave luz de las velas. Los dos hombres estaban acomodados en las bancas de la iglesia, y al tiempo que el sacerdote se disponía a dar su misa les ganó el sueño y no supieron más del asunto. Su sorpresa y asombro fue por la mañana cuando vieron que estaban encerrados, solos y sus almas. La claridad entraba por las ventanas y se miraban el uno al otro azorados, poco les duró el asombro y comenzaron a sentir miedo, corrieron hacia la puerta, la golpearon por un buen rato hasta que alguien los escucho y dio aviso al campanero, diciéndole que se oían ruidos y gritos dentro del templo y apresurado fue abrir. No le dieron tiempo de empujar la puerta, de adentro la jalaron y se encontró con dos hombres con cara asustada que al mismo tiempo reclamaron al campanero.


-¿Por qué no nos despertaste cuando termino la misa?
A lo que respondió el campanero -¿Cuál misa? Ayer después de la celebración revise el templo y no había nadie adentro.
– ¡Pos no te fijaste bien! Dijo el otro,
– Sí me fijé bien, barrí el templo antes de cerrar y ya pasaba de las ocho de la noche.
-¡Cuales ocho! Protestó
-¡Si, nosotros nos metimos a la misa de las doce de la noche!
-¡Hújule! Manitos, ustedes están borrachos, después de que cerré ya no hubo misa añadió el campanero
-¿Cómo qué no? Si nos invitó a pasar un sacerdote nuevo, no muy mayor.

-Mejor ya váyanse agregó el campanero y no se anden metiendo al templo a dormir, eso es lo que les deja la tomada replicó molesto el campanero. Los hombre se fueron contrarios y sin poder encontrar respuesta a lo que les sucedió.
Pasaron los días y nuevamente se repitió la escena, pero en esta ocasión fueron dos caminantes que venían de una ranchería cerca y que la noche los alcanzó en el camino. La mujer llevaba en sus brazos un niñito de escaso año cumplido y el hombre jalaba un burro para que caminara; estaban cansados y acaso por inercia caminaban, cuando vieron un sacerdote como esperándolos. Al pasar junto al clérigo escucharon que los saludaban. –Buenas noches hijos ¿Por qué caminan tan noche?
– ¡Ay padre!_ respondió la mujer_ se nos hizo tarde y mire nomas que horas son.
Contestándoles el sacerdote – Ya casi la media noche, será mejor que pasen al templo para que descansen y escuchen la misa.

Dudaron un poco en aceptar la invitación de sacerdote, porque ya querían llegar a su casa, dormir a su niño y descansar, pero no pudieron negarse tras la insistencia del sacerdote. Amararon el burro a un lado de la puerta del templo y pasaron a la iglesia, se acomodaron justo en la banca de adelante observando al sacerdote que ya empezaba la misa.

Aunque cansados y con sueño la pareja rezaba con devoción, pero repentinamente comenzaron a sentir que el templo se llenaba de un aire frio, se sentía un ambiente misterioso, justamente en el momento el momento a la consagración. Justo con los rezos, el padre levantó la hostia y el cáliz e inesperadamente sucedió lo increíble; se desprendió la cabeza del cuerpo del cura como arrancada por una fuerte golpe invisible, y luego su cuerpo antes fuerte y firme se fue descarnando hasta convertirse en un esqueleto que se desarticulo y cayó al suelo junto a la cabeza, formando un pequeño bulto de huesos medio cubiertos por las ropas del clérigo. Al mismo tiempo se escucharon gritos y golpes que se perdían entre ecos y murmullos, soplaba un viento frio que hacia estremecer a la pareja.

La mujer lloraba asustada, no daba crédito a lo que veía, el hombre temeroso rezaba y se persignaba repetidas veces, en ese instante cada una de las velas del templo se fue apagando hasta dejar a oscuras el santo lugar. Muy asustados los esposos se abrazaron tratando de darse valor uno al otro y luego por un reflejo, se encaminaron a la puerta como única respuesta a su pánico por algo inexplicable, algo que para ellos era imposible sucediera y menos en la casa de Dios. Al llegar a la puerta principal e intentar salir volvieron a estremecerse, la puerta estaba cerrada con ellos presos en las tinieblas. Después de forcejearla, golpearla y pedir auxilio desesperadamente se acomodaron a un lado de la puerta continuando sus rezos abrazados, con los ojos cerrados escondiendo su miedo, hasta que no pudieron más y se quedaron dormidos.

Se escuchó el canto de los gallos y el alba anunciaba el nuevo día, por la calle se oían los guaracazos de alguien que con prisa se dirigía al templo de San José y efectivamente, se trataba del campanero del templo, que al acercarse le sorprendió ver a un burro amarrado con todo y carga a un lado de la puerta del templo. Miraba en todas las direcciones y no observo a nadie, se preguntaba de quien pudiera ser ese animal.

Abrió el cancel y antes de entrar al templo tocó las campanas anunciando la primera misa. El tintineo de las campanas despertó a la pareja que inexplicablemente se había quedado encerrados. No esperaron más y comenzaron a gritar auxilio. El campanero sorprendido les abrió apresuradamente. Luego que salieron le platicaron lo sucedido, pero este no se asombró y les dijo que no eran los únicos a quienes había pasado la tenebrosa historia, que ya se había repetido muchas veces.

Pasó el tiempo y según se cuenta El Padre sin Cabeza continuo apareciéndose e invitando a misa de media noche a los desvelados originando que nadie quisiera pasar por ese lugar ya avanzada la noche.

Con el transcurrir de los años y para ubicarnos en el tiempo, fue en 1946 cuando en Teocaltiche prestaba sus servicios el Padre Gumaro Díaz Lomelí conocido por todos como el padre Díaz a quien le llegaron rumores de las continuas apariciones en el templo de San José. Todo esto despertó su interés y para poder dar contestación a sus feligreses se propuso investigar personalmente lo que sucedía en el viejo templo.


Durante algún tiemplo se le observo al sacerdote caminar al filo de la media noche por la banqueta del templo dando una y otra vuelta, esperando ser uno de los invitados a la misa misteriosa, y lo hacía vistiendo su sotana.

Después de muchas caminatas nocturnas al lugar, por fin su entrega y dedicación encontraron respuesta. Frente al templo, como le decía la gente, estaba el sacerdote que invito al Padre Díaz a pasar y escuchar su celebración.

Comenzó la misa con el padre Díaz como único presente y cuentan que al momento de la consagración, de pronto se desprendió del cuerpo del cura la cabeza que rodo por el suelo y acto seguido, su cuerpo se transformó en un esqueleto que al mismo tiempo se desbarataba reduciéndose a un pequeño bulto deforme. El padre Díaz anqué sorprendido, ya esperaba todo eso por lo que le había contado. Se levantó de su banca apresuradamente subiéndose al altar, precisamente en lugar que ocupaba El Padre sin Cabeza; sin demora alguna continuo con la ceremonia hasta terminarla, misa que El Padre sin Cabeza no pudo concluir durante más de doscientos años.

El sacerdote y toda la población creyeron que el haber acompañada al Padre sin Cabeza en su miza, y que la celebración haya sido terminada iba finalizar con las misteriosas apariciones; esto no fue cierto, estaban equivocadas, porque a los pocos meses de la valerosa hazaña del sacerdote, volvió a aparecerse la figura del Padre sin Cabeza rondando el lugar y a verse nuevamente el templo abierto con una tenue luz en su interior, y hay quienes aseguran que saben de algunos que han sido invitados a pasar a formar parte de la celebración por un padre muy extraño.

Samuel Contreras Sánchez.




 

By admin

Diseñados Gráfico, Maestro en administración pública. Asesor en comunicación estratégica. Aficionado a la historia y a la astrofísica.

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